Bartolinos: el patriarcado del sindicalismo y la pandemia machista

MUY WASO

 
Suzanne Kruyt,Daniela Toledo y Huáscar Salazar
13 de Septiembre 2022
Una reunión de mujeres campesinas en el Valle Alto de Cochabamba. Foto: Nelvi Aguilar

Las mujeres del Valle Alto cochabambino deben lidiar cotidianamente con varias formas de machismo, violencia y exclusión dentro de sus organizaciones. Con la aparición de los «bartolinos» en estos espacios, el panorama es aún menos favorable.

Muchas de las medidas implementadas desde la llegada del coronavirus también se han convertido en una herramienta para limitar, aún más, su participación política.

Durante los últimos años, en el Valle Alto de Cochabamba, se ha propagado la utilización del término “bartolino”.

Un “bartolino” es una figura masculina que cobra protagonismo al interior de las organizaciones sociales de base.

En concreto, los bartolinos son aquellos varones que terminan participando de manera orgánica —y en distintos niveles— en las estructuras del sindicalismo de mujeres campesinas.

Su nombre hace referencia a la histórica Confederación Sindical de Mujeres Campesinas Bartolina Sisa, fundada hace más de 40 años.

Estas camadas de bartolinos son parte de un conjunto de procesos y mecanismos que afectan y disminuyen la participación política de las mujeres en estructuras organizativas populares.

Bartolinos: el patriarcado del sindicalismo

Esto es algo que sucede, sobre todo, en las organizaciones mixtas, como asociaciones y federaciones donde participan hombres y mujeres.

Allí operan diversos mecanismos machistas y misóginos que afectan la capacidad de decisión y participación de las mujeres.

En estos espacios las mujeres han tenido que superar distintas estrategias de deslegitimación o desincentivación.

Muchas veces, por ejemplo, las empujan a cumplir únicamente roles de cocina o limpieza. En otras ocasiones, las estigmatizan y acusan de brindar favores sexuales para ascender políticamente.

Desde hace generaciones, estas agresiones representan un desafío y sobreesfuerzo para los liderazgos de las mujeres campesinas. Además, son obligadas a cierta “predisposición” para ser blanco de todo tipo de violencias.

Últimamente, estas dinámicas también se ven dentro de las organizaciones creadas por las mismas mujeres campesinas.

Estas organizaciones se fundaron hace décadas, en un escenario sindical excluyente, para garantizar la participación política de las mujeres.

Durante los últimos años, en especial luego de la llegada de la pandemia y con la creciente polarización política, las expresiones patriarcales en estos espacios se han acentuado.

Asistentes a una asamblea sindical de mujeres en el Valle Alto de Cochabamba. Foto: Nelvi Aguilar
Pandemia y cuarentenas machistas

“Desde la pandemia me ha parecido que ha sido un golpe duro a las mujeres”, dice Nelvi Aguilar.

Ella es una dirigente joven, que no supera los 40 años, de la Asociación de Riego Pozo de Flores, en la localidad de Arani.

Desde allí también trabaja con distintas organizaciones mixtas y de mujeres del Valle Alto. Nelvi tiene una trayectoria y conocimientos importantes sobre las organizaciones de su región.

“Las responsabilidades que ha acarreado la pandemia han recaído más en las mujeres”, agrega Nelvi.

Además de este incremento desigual en las responsabilidades de los trabajos de cuidado, las organizaciones también han asumido ciertas medidas que afectan y limitan de manera sistemática la participación de las mujeres.

Nelvi ofrece un ejemplo.

“Hay montón de filas para cobrar el bono que nos da el Gobierno. Hay filas, hay hacinamiento (…) Pero cuando se trata de tomar decisiones, nos dicen que no, que tenemos que aislarnos”.

Hay un uso discrecional del contexto pandémico, desde algunas dirigencias, para controlar la participación de las mujeres en las organizaciones.

La brecha digital

Otro ejemplo. Antes de la pandemia, las convocatorias a congreso y asambleas se socializaban de manera abierta y en documentos en físico. Así las familias conocían los términos y fechas de las convocatorias. Además, cuando era necesario, podían elegir a sus representantes para participar en esos espacios de deliberación.

Ahora las convocatorias se difunden entre los dirigentes por WhatsApp y se publican con pocos días de anticipación. Estas convocatorias no siempre llegan a las bases y cuando sucede muchas mujeres no logran acceder a la información.

“En la pandemia los niños han pasado clases virtuales. Entonces, ¿a quién le quitan el celular? ¿A la mamá o al papá? Pues a la mamá se le quita el celular cuando no hay muchos celulares en la casa. Entonces la mamá es la que se queda sin celular y la mamá es la que menos sabe utilizar las redes y todo eso […]. Entonces, como las convocatorias nos llegan al WhatsApp, las señoras no saben. Algunas ni saben leer, entonces no se comunican”, explica Nelvi.

A través de este y otros mecanismos similares, las dirigencias delegan a representantes sin consultar a sus bases. Estos delegados, por lo general, son varones.

“Ya sea uno por sindicato, dos por sindicato y si (son) más de tres, la mayoría generalmente son hombres”.

¿Cómo aparecen los bartolinos?

Otra problemática, que también se ha acentuado luego de la pandemia, es la descomposición que están viviendo algunas organizaciones sociales de mujeres.

En el Valle Alto de Cochabamba, la Federación de Mujeres Campesinas Bartolina Sisa tuvo históricamente mucha presencia e incidencia en la vida política de la región.

Sin embargo, poco a poco se ha extendido una dinámica que inhibe y limita la participación de mujeres dentro de su propia organización.

Bajo la excusa de una igualdad de género mal concebida y la noción tergiversada del “chacha warmi” (complementariedad entre hombres y mujeres), los hombres cuestionan e interpelan la existencia de organizaciones que sean solo de mujeres.

En los últimos años, las convocatorias para ampliados y congresos de algunas instancias de las Bartolinas consideran la participación de varones. Incluso, en algunas convocatorias, se indica que las organizaciones de base deben delegar a los espacios de deliberación un mismo número de varones y de mujeres.

El documento de convocatoria a una asamblea de mujeres campesinas, en la que se incluye a varones.
A contra ruta del legado histórico

“Ellos interfieren bastante en las organizaciones (de mujeres). Entonces, en los congresos, ellos participan también. Muchas veces incluso han sido posesionados hombres en (cargos de) la organización de mujeres. Eso ya me pareció mucho”, reclama Nelvi.

“No tendría sentido hacer una organización de mujeres o tener una organización de mujeres si la van a componer en su directiva varones”.

De esta manera se diluye el sentido político que tuvo la Confederación Sindical de Mujeres Campesinas Bartolina Sisa.

Cuando se fundó, a principios de los años 80 del siglo XX, fue una organización rural pionera en América Latina. Puso sobre la mesa de discusión la importancia de contar con un espacio específico de mujeres. Principalmente, para contrarrestar las prácticas patriarcales de las organizaciones mixtas.

Así, las mujeres campesinas ven erosionar un espacio seguro para ejercer su participación política. De la misma manera, corren el riesgo de enfrentar la violencia (política y de otros tipos) de los hombres dentro de su propia organización.

La presencia de hombres desincentiva la asistencia y participación de muchas mujeres en reuniones, asambleas y congresos.

Como consecuencia, hay un espacio todavía más predispuesto al liderazgo de varones.

Diseño: Michelle Nogales
Una región con mucha historia

El Valle Alto de Cochabamba está situado al sureste de la capital del departamento. Lo integran poblaciones como Tarata, Punata, Arani, Cliza y Arbieto, entre otras. Es una región con una tradición histórica profunda y rica.

Al igual que otras zonas aledañas, el Valle Alto se caracteriza por la producción de alimentos destinados a cubrir las necesidades de los centros mineros. Incluso desde antes de la independencia de lo que hoy es Bolivia.

Esta característica marca su dinámica sociopolítica y económica.

Hasta 1953, gran parte del Valle Alto se encontraba en manos de hacendados que convivían con pequeños productores (también conocidos como “piqueros”).

Además, contaba con una trama organizativa popular muy vigorosa y luchadora que dio forma a los primeros sindicatos agrarios del país.

No por nada, el 2 de agosto de 1953, Víctor Paz Estenssoro firmó el decreto de Reforma Agraria en la localidad de Ucureña, situada en el centro mismo de esta región.

En este proceso de configuración histórica del Valle Alto, la figura de la mujer productora de chicha siempre fue de gran relevancia.

Como señala una investigación de Gustavo Rodríguez y Huberto Solares, las chicheras “pudieron estar presentes en el mundo económico y político, influyendo en los mercados y sobre los políticos de las élites”.

Este hecho marca una dinámica particular en la región: los liderazgos de mujeres no son una excepción, aunque tampoco la norma.

En el presente, desde esta particular historia regional, vale la pena entender los procesos de recomposición social que se vienen gestando durante los últimos años.

Esta nota es resultado del proyecto de investigación acción “Diálogo entre mujeres de sectores populares sobre las problemáticas que importan a las mujeres del Valle Alto de Cochabamba”.
Este proyecto cuenta con el apoyo de la Fundación Rosa Luxemburg, Oficina Región Andina.
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